El test de la nube
¡Hola de nuevo a todos! Otra semana más estamos aquí para hablar de Psicología. Y en esta ocasión hablaré de un test aplicado a niños que está relacionado con el autocontrol y resulta altamente interesante por sus implicaciones de cara al futuro de los pequeños. ¡Vamos a ello!
La edad preescolar es una época de grandes avances de
aprendizaje en todas las áreas, en especial los aspectos socio-emocionales, que
presentan cambios bastante importantes, pues los niños son más verbales y re-flexivos, y
se controlan mejor. A esta edad también se observa una creciente capacidad de
empatía con otros, y las relaciones con sus iguales son más duraderas. Aunque
son capaces de identificar emociones propias y de los demás, a estas edades
tienen problemas para controlar emociones intensas, como el miedo, la ira o la
frustración.
Los psicólogos de finales del siglo XX consideraban que la
prevención para los problemas personales y los males sociales era la autoestima. Con experimentos como el de
Walter Mischel, esta idea quedó en el olvido, ya que se demostró que algo más
importante para el desarrollo era el autocontrol. El estudio del autocontrol, empezó en los años 60 del siglo XX de la mano de Walter Mischel en la
Universidad de Standford. Este investigador propuso un experimento basado en la
demora de la gratificación
denominado La prueba del malvavisco
(conocido mayormente como Marshmallow
Test).
El experimento de Mischel consistía en lo siguiente: el
experimentador reclutó una muestra bastante extensa de niños de edades comprendidas
entre los 4 y los 6 años; a los niños preescolares, sentados enfrente de una
mesa de manera individual, se les mostró una golosina, y se les propuso que si
conseguían no comer la golosina en el tiempo en el que el experimentador se
ausentaba, a su regreso le ofrecería otra golosina más, consiguiendo finalmente
dos golosinas en vez de una. El niño preescolar debería de poner en acción sus mecanismos de autocontrol para
conseguir una mayor gratificación.
Cuando el investigador se encontraba con los niños que estaban siendo examinados en ese momento en la sala, los preescolares
coincidían en que iban a esperar, es decir, que iban a alinear sus intenciones y su comportamiento. Más tarde, se observó
que no todos los niños eran capaces de controlar su comportamiento. Como resultados del experimento se encontraron dos posibles resultados:
1) El
niño conseguía esperar a la vuelta del experimentador.
2) El
niño no conseguía esperar a la vuelta del experimentador, comiéndose la
golosina.
El objetivo principal de este experimento era observar las estrategias específicas empleadas en los niños que conseguían aplazar la gratificación. Algunas de las estrategias que más usaron los niños para intentar ejercer su autocontrol fue cantar canciones, taparse los ojos o distraerse con un juguete.
Se concluyó, por tanto, que lo más efectivo no era la observación continua y el constante pensamiento de que no se podían comer la golosina; pues la mayoría de estos niños se concentraban en el olor, en el tacto de la golosina, no pudiendo finalmente resistirse a ésta. Lo que mejor funcionaba en los niños preescolares, era distraerse con cualquier otra actividad que les resultara placentera y que no implicase la vigilancia de la golosina, que conducía a una desesperación. Pero esta habilidad de distracción está relacionada de forma significativa no solo con el autocontrol, sino también con la inteligencia de cada niño.
Un decenio después del experimento de Mischel, él y sus colaboradores localizaron a los niños, que por aquel entonces se encontraban en la adolescencia, y estudió sus capacidades, entre ellas el control de los impulsos y de los deseos. Se encontró que los niños que fueron capaces de esperar a la segunda golosina, obtuvieron mejores puntuaciones en habilidades sociales y cognitivas, y mejores notas en pruebas de acceso en la universidad.
“Mientras más tiempo fueron capaces los niños de esperar a la edad de cuatro años, mejores calificaciones obtenían en el SAT, mejores eran sus puntuajes en su habilidad para controlarse y de lograr sus metas académicas y otras metas, y les iba mejor como personas cuando tenían alrededor de treinta años”. (Mischel, 1989).
Fuentes
Mischel, W., Shoda, Y., &
Rodriguez, M. L. (1989). Delay of gratification in children. Science, 244 (4907), 933-938.
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